Quizá hayan pasado ya diez años, de lo que estoy segura es de que no esperaba ni que conservara mi teléfono. Confesó que aquella unica vez había sido lo más intenso experimentado por él y que, desde entonces, venía de forma recurrente a su mente y era principio de mil fantasías.
Paré el coche, aquellas confesiones bien merecían un espacio entre mis piernas. Y mientras él se ponía cómodo me iba contando algunos de los escenarios posibles de un escarceo.
Era increible el grado de alteración al que estaba llegando. Tuve que decírselo entre gemidos, mis manos estaban dentro de mi ropa y no queria parar. Introduje un dedo, eché la pelvis hacia delante y permití acompañar mi voz con las contorsiones de mi cuerpo. Así hasta no aguantar más y anunciarle que me iba a correr. Fue inmediato, él estalló al escuchar mis gritos ahogados.
Quedamos para el día siguiente.
La excusa era su caballo, ibamos a verlo, con un poco de suerte nadie mas habría allí. Fuimos directamente a un pajar, yo me aproximé a sus labios y una sensación eléctrica nos dejó pegados, sobándonos como inquietos adolescentes. Un bulto en su pantalón denotaba el grado de excitación, lo abrí y mi boca tuvo que catarla, ya no recordaba cuál era su sabor.
Y súbitamente me dió la vuelta, subió mi falda y la embocó. Me hizo gritar de emoción, tres embestidas y la tenía por completo dentro. Me agarró del pelo y me hizo prometer que me convertiría en su amante, mientras mi culo buscaba con ansia cada golpe de riñón.
Y retorcida, aullando comencé a sentir como se inundaba todo mi ser con su esperma y me derramé.
Eso fue la semana pasada y estoy tocándome mientras lo rememoro.
Besos