Blog MariaG

31/01/2020

Las Venus del espejo

Filed under: Yo misma y nunca toda yo (Galería fotográfica) — MaríaG @ 3:18 pm

24/01/2020

Atrapados en el ascensor

Filed under: La realidad siempre supera la ficción — MaríaG @ 12:02 am

Aún no sé había cerado la hoja cuando tiré de ella para acceder al portal. Mirando, desde el fondo del ascensor, un joven cobrizo no perdía ripio. Me apresuré a entrar.

Ya habían dado las once de la noche y aquel chaval llevaba el pedido de «globo» para entregar en el sexto. Yo presioné el último piso. Claro que me había dado cuenta de que su mirada no se apartaba de mi generoso escote.

Ni lo pensé,  le sonreí y pregunté si le quedaban muchas horas de trabajo.

Y, cuando respondió que sí, me salió del alma darle un regalito visual para su solaz. Abrí más mi escote y le mostré lo que anhelaba.

Se abrieron las puertas y no hizo ademán de moverse, así que pensé que ya todo estaría permitido. Tomé su mano libre y le hice sopesar el tamaño de mi pecho. Apretó, entreabrió los labios y me decidí a besarle.

La bolsa se deslizó hasta el suelo y sus manos comenzaron a moverse, a apretarme, a palpar bajo el vestido.

Apretamos el menos 2.

Todo nuestro cuerpo buscaba el calor del otro, sentir la presión, frotarse mientras los jadeos iban en aumento. Le notaba, estaba duro, su miembro efecto pugnaba por salir. Le bajé la cremallera.

Y me di la vuelta, tirando de las bragas hacia abajo. No hicieron falta palabras. Me eché un poco hacia atrás y noté su temblor. Y mi mano le buscó, le atrajo y un hábil movimiento de su cadera la dejó emboscada en mi sexo.

Y volví a moverme hacia atrás. En un instante me encontré penetrada. Sus manos en mi cadera tironeaban hacia atrás con un ritmo rápido y agónico. Nuestros gemidos debieron de oirse en todos los pisos mientras volvíamos a dirigirnos al decimoquinto.

Le pedí que siguiera, que no se parada, que me llenara toda con su néctar. Así se tensó y empecé a notar sus chorros acompasando con él mis últimos quejidos.

Recogí mis bragas del suelo mientras arreglaba mi ropa y le daba mi teléfono.

Justo a tiempo para salir en mi parada.

 

Besos.

19/01/2020

Cuando nadie me ve

Filed under: Yo misma y nunca toda yo (Galería fotográfica) — MaríaG @ 1:15 am

14/01/2020

La chispa de la vida

Filed under: La realidad siempre supera la ficción — MaríaG @ 3:15 pm

Morriña, lo que tenía lo llaman en mi casa morriña. Esos días en que la normalidad de la vida pesa en exceso y las horas se alargan.

 

Dejé el coche con las luces encendidas, el almacén estaba oscuro y con aquel frío nada invitaba a permanecer un segundo más de lo imprescindible para cargar el coche.

Y ese día él miraba más profusamente mi escote. Buen mozo, de fuertes espaldas y manos rudas, siempre se había mantenido cauto. Y hoy procuraba alargar la conversación, en tinieblas.

Unas risas y por fin vuelvo a mi coche. Sujetando mi puerta, su comentario no me dejó otra opción: «Con ese escote no me extraña que tengas frío».

Me incorporé y fui hacia él, cogí su mano y le hice introducirla debajo de mi vestido y sopesar ese pecho que tanto estaba entreviendo. Sus ojos tan abiertos como su boca y palabras de incredulidad en sus labios.

Le besé y respondió apasionado, me abrazó, pegó su cuerpo al mío. Comenzó entonces un baile de gemidos sutiles, de respiraciones agitadas, buscábamos frotar, sentir, de pie, uno contra el otro, las bocas juntas, las manos inquietas.

Estaban ambos pechos expuestos, mis pezones endurecidos por sus atenciones,  las manos los recorrían y apretaba, sus labios succionaban y yo buscaba con la pelvis, apretaba para sentir le, cada vez más mojada.

Se lo pedí, le pedí que, por favor, me follara, que nos volviéramos locos, que transformara mi día,  un lunes de mierda.

Pero no le di tiempo a responder, metí mi mano abriendo la cremallera y me alegré de lo encontrado y de su dureza.

Sin permitir que su mano se separa de mí,  me dí la vuelta, levanté mi vestido e hice que mis bragas se deslizaran hasta el suelo.  Apoyando las manos en el coche, empujé hacia atrás. Y le sentí. Grande, poderosa, le bastó un pequeño empujón para comenzar a penetrarme. Y mi mano empezó a acompañarse.

Desde atrás,  despacio, agarrándome de las caderas, sus golpes de riñón marcaban el ritmo de nuestro placer. Y así comencé a notar esos chorros calientes, a presión, notar como me rellenaba. Y los dos gemimos y ambos fuimos derrotados.

Risas mientras recuperaba mis bragas. Le di las gracias por cambiar mi día mientras mi entrepierna recibía las gotas que de mí se desprendían.

Efectivamente era eso lo que me había faltado en el día y ello lo que me daba la chispa para colocar todo de nuevo sobre mis hombros.

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