Era la mejor manera.
Estábamos de vacaciones y los días nos dieron para morbear de lo lindo. Compramos un teléfono, un número nuevo, pensamos en un texto y nos lanzamos a aquella aventura.
Descolgué. Sería la primera vez que me daría a conocer con mi nuevo oficio. Estaba muy nerviosa y cuando fue una mujer la que me respondió me puse roja hasta las orejas. Afortunadamente no sería ella la encargada de atenderme y después de explicarle lo que pretendía hacer me pasó con un compañero.
Empecé a aflojarme un poco. Le pedí al chico poner un anuncio en prensa, en tales periódicos y en la sección de contactos. Después le dicté el texto. Y a él le gustó. Y yo me reí descargando toda esa tensión acumulada. Y bueno, empecé a contarle lo que queríamos hacer mi marido y yo. Eramos nuevos en ésto, era nuestro primer anuncio y serían nuestros primeros clientes.
Me gustaba su voz y me encontré flirteando telefónicamente con un desconocido. Según se lo iba contando me iba poniendo cada vez más cachonda, me separé un poco más de la gente que me rodeaba para poder meter mi mano por dentro del pantalón, comenzar a tocarme y a acompañarme con la voz. Y él siguió el juego divinamente.
Los anuncios quedarían puestos para el mes de Septiembre.
Cuando llegó la fecha encendí el teléfono y comenzó a sonar. Aún no me he acostumbrado a cierto tipo de llamadas. La mayor parte de los hombre que me llaman lo hacen por curiosidad, para enterarse de datos prácticos sobre mi persona o mis servicios. Otro grupillo descuelga el auricular con una mano ya ocupada y procura que le facilites la máxima cantidad de material para su imaginación, procurando que no notes la respiración acelerada. Por último, alguno sólo pretende molestar. Me sobresaltaban algunas respuestas groseras, o simplemente el lenguaje empleado, me faltaban tablas al teléfono.
En el anuncio se especificaba la presencia de mi marido. Lejos de ser simplemente una concesión mía, aquello era parte del morbo, no hubiera podido hacerse de otra manera. Aquello era un juego para los dos y de los dos.
Y llegó el primer cliente.
Después de todo lo que me decían al teléfono me costó un poco creerme que realmente íbamos a quedar con alguien. Nos esperaba en un apartamento alquilado por horas en una conocida calle de Madrid. Entró en nuestro morbo desde el principio.
Situada entre los dos recibía caricias y besos de ambos. Y a seis manos desabrochamos todos mis botones. Recuerdo la imagen de los billetes prendidos de mi ropa interior, aún me impresiona.
Me disfrutaron los dos, al mismo tiempo o alternándose. Y mi cuerpo pedía más y me retorcía de placer mientras agarraba la mano de mi hombre. La hora se pasó volando.
Me compré unos pendientes en una subasta de arte y cada vez que los luzco recuerdo con excitación su procedencia.
Publicado el 27-04-2009, texto recuperado de mi blog censurado