Blog MariaG

29/11/2011

Lucía y el sexo (II)

Filed under: Así da gusto ser puta — MaríaG @ 10:34 am

Sentada en el borde de la cama, las manos juntas sobre las rodillas, las palmas sudorosas las frotaba una con la otra en un movimiento monótono y sedante. Me coloqué junto a ella, aparté su melena y fui esparciendo pequeños besos por su rostro, hasta llegar a su boca, entreabierta, trémula. Totalmente quieta, contenía la respiración y se dejó besar primero y se dejó llevar después, respondiendo a mis besos.

 Mis susurros la iban dirigiendo, dame tu lengua, soy tu novia, quiero tu boca. Dócil, sus labios comenzaron a acompañar a los míos, siguiendo un ritmo pausado e intenso. Su cuello era irresistible, se estremeció. Los tirantes cayeron, descubriendo sus pechos, pequeños, turgentes. La areola levemente pigmentada fue un reclamo poderoso y a la par que mis labios se posaron en una, otros lo hacían en la otra. No lo esperaba y una mezcla de gemido y chillido acompañó el sobresalto. Pero entonces  colocó sus manos en nuestras cabezas y la respiración se hizo claramente audible.

Empezaba a estorbar la ropa,  diminuta falda,  camiseta, todo fue al suelo salvo unas braguitas de algodón y coloqué una almohada mullida para recostar su cabeza. Pies pequeños, manos pequeñas, las uñas comidas y los ojos cerrados.

Seguí  esparciendo mis besos por su anatomía,  recorriéndola despacio, avisando con las manos, hasta que encontré la única prenda que cubría su cuerpo. No quise retirarla de repente. Primero me deleité con el olor que emanaba, delicado a la par que intensamente sexual. Aparté el tiro y un hilito transparente quedó unido a él. Estaba jugosa, brillante y mi boca quiso catar esas mieles y mis dedos empaparse de su esencia.  Seguí jugando, sin ninguna pretensión. Sus caderas se tensaban, me acompañaban y súbitamente  la excitación creciente se hizo patente en sus bragas y una gran mancha de humedad apareció entre sus piernas.

Había llegado el momento, la desnudé por completo y dejé sus piernas separadas. Estaba recién rasurada, nada impedía una perfecta visión de sus diminutos labios mayores.  Coloqué primorosamente los menores y entonces apareció el verdadero protagonista de esta historia. Aquel repliegue membranoso conservaba su integridad, impedía el acceso a la intimidad de la muchacha, dejando un orificio central muy reducido.

Ahora su cuerpo estaba todo tenso, a pesar de las caricias de mi marido, de la excitación previa, todo su cuerpo era una fibra.

Me tomé el tiempo necesario para que el escenario fuera perfecto.

Volví a su cabecera, debía preguntar si estaba preparada, si seguía deseando que continuara y movió la cabeza afirmativamente.

Con la palma de la otra mano acariciaba suavemente su clítoris. Mojé mis dedos y los llevé hasta el borde y fui presionando suavemente. Apenas cedía, intensifiqué la presión,  con el índice tironeaba un poco más. Todos manteníamos la respiración. No sé en qué momento habían aparecido pero varias manos se posaban en sus muslos, preparadas para mantener la posición firme.

 Y súbitamente el himen se desgarró y un color bermejo escurrió entre mis dedos tintando de sangre la cama.

Un quejido se le había escapado, ahora se mordía los labios y un escozor abrasaba su sexo. Le di unos besitos, la tranquilicé, cómo transcurriría lo siguiente dependería de que consiguiera mantener la calma. Ya no había marcha atrás.

Ahora quien estaba entre sus piernas era mi marido. Me ocupé de prepararle bien con mi boca y dirigí su miembro hasta embocarlo.

Le di la mano a la bella y seguí susurrando en su oído. Ahora sería mi hombre quien la poseyera. Despacio, muy despacio, a duras penas podía abrirse paso. Retrocedía un poco y volvía a empujar con los riñones. Al principio ella sólo se quejaba, sólo sentía una sensación urente que borraba cualquier rastro de placer. Pero poco a poco el placer se fue apoderando de bajo vientre y sus caderas empezaron a acompañar los movimientos del macho que la cubría. Me daba la mano y el gimoteo inicial se fue transformando en respiración entrecortada. Tensaba las piernas, sus pies se arqueaban. Un estremecimiento la recorrió mientras los dos gemían de placer al alcanzar el orgasmo.

Nos dejaron solas. Unos minutos abrazadas para recuperarse de la impresión y se le pasó el susto.  Había sido muy distinto de lo que ella imaginaba pero, desde luego, mucho más intenso.

Ahora quería un helado y que nos fuéramos a ver tiendas. O mejor no, nada de caminar, mejor una película y un montón de palomitas. Haríamos un buen trío y por un rato otras imágenes ocuparían nuestras mentes.

20/11/2011

MariaG

Filed under: Yo misma y nunca toda yo (Galería fotográfica) — MaríaG @ 10:36 am

MariaG sexo y relax, tu puta Madrid

12/11/2011

Lucía y el sexo (I)

Filed under: Así da gusto ser puta — MaríaG @ 9:35 pm

Irene y Lucía se conocían desde hacía unos meses. Era verano, calor sofocante de Madrid y ellas tomaban algo con otros compañeros en una terraza. Hasta ahí todo era normal. Lo que ponía la nota de color era lo  heterogéneo de ese grupo y muy especialmente la de ellas dos, mujer madura la primera y lozana adolescente la segunda.

A esas alturas, la conversación se había puesto muy interesante porque si a nadie extraña que varios hombres comenten los escotes y las piernas de las viandantes, llama la atención que partan de voces femeninas. Ante la mirada atenta de Irene, la otra se ruborizaba confesando que siempre acompañaba con la vista un cuerpo bonito. Entre risas, les decía no haber catado nunca las mieles femeninas, bueno, sólo una vez con una amiga, en una discoteca light, se habían dado un beso, sólo eso. Pero no era por virtud, siempre le habían llamado la atención y ese primer contacto le había gustado. Ella había estado con algún chico, había salido con algún amigo pero el pos que quedaba de los toqueteos era que siempre iban en provecho de ellos, que se aprovechaban de ella.

A esas alturas de confidencias Irene rebullía en su silla. No quería, nunca hablaba de ello pero no pudo evitarlo. Ella también espiaba a las mujeres que se mostraban por la calle, iba diciendo, como los niños, ésta me la pido, sile, sile, nole,…  “Resulta que tengo una amiga a la que te encantará conocer, tienes que conocerla.  Es puta y le chiflan las chicas.” Había soltado la bomba pero había omitido cuidadosamente decir que ella también era puta y que a ella también le chiflaban las mujeres.

La excitación las tenía alteradísimas y no querían dejar correr el tema. Entonces empezó la lluvia de preguntas sobre el sexo y el pago, el disfrute y las féminas. Irene contestaba hasta que la invitó a conocerme. Ningún “no” salió de su boca. Y, entre risas, disolvieron la reunión.

Unas  horas más tarde yo ha tenía descripción meticulosa de todo lo que había ocurrido, acompañado de algo asombroso, el teléfono de Lucía. Al día siguiente la llamé, pudimos hablar tranquilamente 20 minutos. Simplemente quería conocerla, Irene me había contado tantas cosas que no podía con mi curiosidad.

Me costó dos llamadas más y otra conversación con Irene, pero el Lunes siguiente estaba recogiéndola en la estación de Atocha.

Lo que más me llamó la atención de ella no era su falta de experiencia sino su malicia: Decía que haber llegado virgen a su edad debía reportarle  beneficios económicos. Y estaba segura de que yo podría ayudarla.

Era la oportunidad con la que venía soñando desde hace años, una nena a mi disposición y con ganas de dejarse enseñar.

Descolgué el teléfono, sabía quién apreciaría aquella perita en dulce. En un rato tenía programados los siguientes pasos y una propuesta económica que no podría rechazar. Y así fue.

Sentada en el borde de la cama le coloqué un antifaz. Se agarraba las manos, temblaba como una hoja, hasta su voz denotaba sus nervios. A no ser que ella cambiara de opinión, sólo me pondría rostro a mí y no sabría cuántas personas la contemplarían en la habitación, ni siquiera si se estaría grabando su primera experiencia sexual.

10/11/2011

Las Urgencias de MaríaG

Filed under: Yo misma y nunca toda yo (Galería fotográfica) — MaríaG @ 9:39 pm

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