Blog MariaG

01/10/2011

Caprichos de la Naturaleza

Filed under: La verdad no hay quien la crea — MaríaG @ 3:10 am

Estuvimos largo tiempo delante de la pantalla del ordenador mirando fotos y haciendo alguna que otra llamada. Él es un cliente asiduo y nos gusta tener juguetes nuevos cada vez. Buscábamos una chica para un rato de pasión a tres. Varias llamadas infructuosas hasta que dimos con ella.

Llegó tarde. Alta, morena, española, dejó el bolso en la mesa, se quitó los zapatos y se encaminó a la ducha. Por petición de la recién llegada bajamos la luz un poco, pero no tanto como ella pedía, nosotros queríamos verlo todo.

Me llamaron la atención sus manos grandes aunque cuidadas y sus pies, probablemente calzaría un 42. De cuerpo estrechito, culo pequeño y prieto, pechos perfectos, de los que mi mano cubre sin problemas. Su edad me resulta un misterio, decía tener 25 y soy incapaz de decir lo contrario.

En cuanto estuvo a mi alcance le avisé de que a mí no me gusta el show, todo sería real. Se quitó la toalla y se colocó en mitad del lecho. Comencé a besarla; ella sacaba la lengua de esa forma tan impersonal que consigue ser distante aparentando mucho vicio. No, así no, pedí su boca, sus labios y me perdí en besarla, despacio, degustando sus matices, espiando sus reacciones.
Las manos fueron solas, se fueron cerniendo sobre aquellas delicias. Apretaba levemente, empleaba los dedos como mullen los gatos y me regodeaba en los pezones, los tironeaba despacio, presionaba con suavidad.

Me había olvidado por completo de que éramos tres cuando el ruego de que nos aproximáramos al borde de la cama me hizo volver a la realidad. Quería meter su cabeza entre aquellas esbeltas piernas y le facilité la tarea. Eso me permitía continuar con mi labor que me tenía embelesada. Y continué besándola. Cuando consideró que aquella delicia podía dar paso a otras mejores, le pidió que se pusiera a cuatro patas en la cama. Su culito en pompa nos ofreció un nuevo panorama casi tan deseable como el anterior. Preparé bien el acceso me relamía de gusto humedeciendo bien su coñito y se me escapa algún lengüetazo para el miembro que esperaba su entrada.

Y después de dejarle bien encaminado me coloqué a la altura de su cabeza para recibir a mi vez caricias muy húmedas. Pero éstas apenas llegaron. De nuevo una mujer pasiva. Bueno, me daría gusto yo misma con su cuerpo y seguro que él remataría la faena.
Durante un rato estuvimos dándonos el relevo, según salía chorreante de una, buscaba meterse en la otra; cambiando de postura, buscando nuestro placer. Yo no me despegaba de mi nuevo juguete y procuraba en todo momento tener entretenidas sus manos, al menos. Hasta que las fuerzas masculinas llegaron a su término natural y cabalgando sobre él me vi inundada del nutricio líquido.

Nos dejó solas un momento y entonces le pregunté si ellos se daban cuenta. Me miró como si yo fuera marciana y preguntó a qué me refería. Sonreí, guiñé un ojo y miré hacia abajo. Confesó entonces que no, nadie nunca se había dado cuenta salvo yo. La verdad es que la cirugía era perfecta, no se notaba nada llamativo, sólo una conformación particular de los labios menores. Y allí estaba yo con miles de preguntas que hacer y sólo unos pocos minutos antes de que nuestro cliente volviera del baño.

Todo fue intenso, delicioso.  Me gusta disfrutar del sexo en todos sus matices y llevaba tiempo deseando un encuentro con una mujer de nuevo cuño.   aquel día yo no buscaba más que la complicidad femenina y no pudem durante la hora que viví con ella, quitarme la sensación de que me habían dado gato por liebre.

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