Blog MariaG

10/05/2009

¡Quién lo iba a pensar!

Filed under: Así da gusto ser puta — MaríaG @ 3:13 pm

Llevábamos posponiendo el encuentro varios meses.
A pesar de hablar por teléfono varias veces a la semana hacía ya demasiado que no nos veíamos. Y por fin quedamos en casa. Mientras yo estaba en la clínica ella hizo la compra y nos encontramos en casa. Nos pusimos el delantal y preparamos una suculenta comida mientras cotorreábamos sin parar. 

Los temas comprometidos llegaron ya sentadas a la mesa, terminado el segundo. Parece que una copita de vino ayuda a que la lengua se vuelva un tanto más descarada y la conversación fue subiendo de tono.
Yo le estuve hablando de mis clientes, de placer, de encuentros.
No se escandalizó, antes bien, se puso nerviosa. Y esos nervios procedían de las imágenes que acudían a su mente, de ciertos días hace ya tiempo, en los que compartimos placer y hombres. Y esos días fueron escasos y esos días fueron intensos y esos días no se repitieron. Pero yo siempre la miro con el mismo deseo en mis ojos que el día que la conocí.
Y yo también me puse nerviosa, ella sabe muy bien cómo me gusta. Ser la única fémina que ha probado la intimidad de su cuerpo me provoca más si cabe.

Lo que Susana necesitaba era conocer a un hombre con el que resolver sus calenturas. Eso de ir sin saber con quién te vas a acostar lo rechazaba. O eso decía.

Estábamos con el café cuando me llamaron pidiéndome a Cristina y a otra amiga. Yo no tenía pensado trabajar, estaba tranquilamente con mi amiga en casa, así que llamé a Cristina. Pero no contestó a mis llamadas.
Entonces Susana soltó la propuesta «¿y si vamos las dos?». Me dejó de piedra, ni se me había pasado por la imaginación semejante posibilidad.
¡Mis ruegos habían sido escuchados! Tardé segundos en marcar el número de mi cliente y se mostró encantado del cambio de señoritas.

Apenas daba crédito a lo que estaba ocurriendo. Ella me preguntó si tendría que hacer un lésbico conmigo porque la idea no le atraía nada. Parece que algo se me va pegando de los hombres, mi respuesta inmediata fue no, claro que no era necesario (sólo era imprescindible).
Le dejé un vestido, él quería que fuéramos muy sexis y para allá que nos marchamos.

Me sentía como una hermana mayor que habla de temas delicados con su pupila. Y el tiempo que tardamos en llegar fue un precalentamiento en toda regla. Porque a ver quién se pasa una hora comentando detalladamente aspectos de su vida sexual sabiendo que en breves instantes estará retozando con su interlocutor. Eso sí, sin rozarnos en todo el tiempo.

Abrió la puerta un tipo normal, de aspecto normal, talla normal y trato normal. Susana estaba medio paralizada y yo me relamía mientras se aproximaba el momento de tenerla a mi alcance. Fue él quien tuvo que animarla para que me besara en los labios y yo quien puso su mano sobre mi piel desnuda.
Me encanta su cuerpo, guapa, cuarenta años, talla perfecta, pelo clarito, ojos claros, vivos, pechos grandes, tipazo y esa voz que te pierde.

Pero claro, que fuera ella la que se tirara sobre mí no entraba en mis planes. Me transportó a tal estado de excitación que resulta indescriptible. Parece que fue mutuo porque cuando ya me tenía medio muerta de placer cambiamos los papeles y me coloqué entre sus piernas dispuesta a todo. Y nuestro cliente disfrutaba viéndonos e iba aprovechando nuestras posturas para que no desatendiéramos sus deseos.

Oír de los labios de Susana «sí!¡Sí!, ¡Sigue así!» me estremecía.
En esos momentos algo dijo él pero ciertamente no podía prestarle atención, sólo tenía boca para ella. Y comenzó a retorcerse, a cerrar con fuerza las piernas y a aumentar la intensidad de sus gemidos. Me supo a gloria su orgasmo.

Cuando salimos ambas estábamos plenamente complacidas. Sí, había sido la medicina que requería, tenía la cara más lozana y estaba pletórica, pero reconocía que ella solita no hubiera sabido qué hacer al encontrarse con él de frente. O eso decía.

Después, para celebrarlo, nos fuimos de compras y mientras, comentábamos los pormenores de lo que nos había pasado ese día de locura.

Hoy hemos vuelto a hablar. Y seguimos estando de acuerdo, lo de ayer fue fantástico y, quién sabe, quizás algún día podamos repetir.

 

Publicado 10-05-2009, texto recuperado de mi blog censurado

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