Blog MariaG

29/03/2020

El solaz de la ducha

Filed under: Esas cosas excitantes — MaríaG @ 7:56 pm

Ella me lo había mencionado alguna vez, los placeres escondidos del agua. Claro que Irene se masturba desde que puede recordar, afortunadamente no soy la única.

Necesitaba primero que me acompañara la logística,  que el ambiente fuese cálido,  que nada me destemplara.

Y requería también ese tiempo que siempre se escabulló para tener mi mente sólo centrada en mi cuerpo.

Dos dedos de agua en el fondo de la bañera para recostarme en ella. Abrí las piernas, dejé apoyada la mano cómodamente a la par que sujetaba la ducha.

No había buscado nada especial,  sólo aquel aparato que una de las internas que vivió en mi casa empleaba largamente, mientras dejaba abierto el grifo.  Si a ella le valía,  esperaba que a mí  también.

Y ahora tocaba abrir el grifo, con múltiples chorritos finos y sin demasiada potencia. Cerrar los ojos y sentir.

Sólo deseaba sentir mi cuerpo,  sentir mi sexo, sentir ese chorro provocando a mi piel, sentir como el rubor y la turgencia florecían  al final de mi monte de Venus.

Sin dedos, sin prisas, sin otra humedad que la mía.

Sí,  se sentía intenso, sorprendente. Los ojos cerrados, la respiración cada vez más alterada. Mi mano quieta, el agua incansable seguía reduciéndome.

Poco a poco mis piernas se empezaron a tensar, se abrían un poco más,  mi cadera se alzaba casi imperceptiblemente y mis piernas se tensaban.

Se oyeron voces fuera. Pero ya estaba yo en el punto de no retorno, no hubiera podido dejar de gemir quedo aunque hubieran entrado a molestar. No hubiera querido apartar mi un milímetro mi mano ni mover un ápice aquella alcachofa de ducha, transformada en el mejor consolador ideado.

Y puede que me oyeran pero aquel instante de Gloria se aproximó  imponente y arrollador.  Contuve la respiración,  ahogué los gemidos y un estallido de placer embriagó mi cuerpo, pálpito mi sexo.

Y, por fin, relajé mis piernas y adoré a la mujer que se le hubiera ocurrido por vez primera solazarse con la ducha.

 

31/01/2020

Las Venus del espejo

Filed under: Yo misma y nunca toda yo (Galería fotográfica) — MaríaG @ 3:18 pm

24/01/2020

Atrapados en el ascensor

Filed under: La realidad siempre supera la ficción — MaríaG @ 12:02 am

Aún no sé había cerado la hoja cuando tiré de ella para acceder al portal. Mirando, desde el fondo del ascensor, un joven cobrizo no perdía ripio. Me apresuré a entrar.

Ya habían dado las once de la noche y aquel chaval llevaba el pedido de «globo» para entregar en el sexto. Yo presioné el último piso. Claro que me había dado cuenta de que su mirada no se apartaba de mi generoso escote.

Ni lo pensé,  le sonreí y pregunté si le quedaban muchas horas de trabajo.

Y, cuando respondió que sí, me salió del alma darle un regalito visual para su solaz. Abrí más mi escote y le mostré lo que anhelaba.

Se abrieron las puertas y no hizo ademán de moverse, así que pensé que ya todo estaría permitido. Tomé su mano libre y le hice sopesar el tamaño de mi pecho. Apretó, entreabrió los labios y me decidí a besarle.

La bolsa se deslizó hasta el suelo y sus manos comenzaron a moverse, a apretarme, a palpar bajo el vestido.

Apretamos el menos 2.

Todo nuestro cuerpo buscaba el calor del otro, sentir la presión, frotarse mientras los jadeos iban en aumento. Le notaba, estaba duro, su miembro efecto pugnaba por salir. Le bajé la cremallera.

Y me di la vuelta, tirando de las bragas hacia abajo. No hicieron falta palabras. Me eché un poco hacia atrás y noté su temblor. Y mi mano le buscó, le atrajo y un hábil movimiento de su cadera la dejó emboscada en mi sexo.

Y volví a moverme hacia atrás. En un instante me encontré penetrada. Sus manos en mi cadera tironeaban hacia atrás con un ritmo rápido y agónico. Nuestros gemidos debieron de oirse en todos los pisos mientras volvíamos a dirigirnos al decimoquinto.

Le pedí que siguiera, que no se parada, que me llenara toda con su néctar. Así se tensó y empecé a notar sus chorros acompasando con él mis últimos quejidos.

Recogí mis bragas del suelo mientras arreglaba mi ropa y le daba mi teléfono.

Justo a tiempo para salir en mi parada.

 

Besos.

19/01/2020

Cuando nadie me ve

Filed under: Yo misma y nunca toda yo (Galería fotográfica) — MaríaG @ 1:15 am

14/01/2020

La chispa de la vida

Filed under: La realidad siempre supera la ficción — MaríaG @ 3:15 pm

Morriña, lo que tenía lo llaman en mi casa morriña. Esos días en que la normalidad de la vida pesa en exceso y las horas se alargan.

 

Dejé el coche con las luces encendidas, el almacén estaba oscuro y con aquel frío nada invitaba a permanecer un segundo más de lo imprescindible para cargar el coche.

Y ese día él miraba más profusamente mi escote. Buen mozo, de fuertes espaldas y manos rudas, siempre se había mantenido cauto. Y hoy procuraba alargar la conversación, en tinieblas.

Unas risas y por fin vuelvo a mi coche. Sujetando mi puerta, su comentario no me dejó otra opción: «Con ese escote no me extraña que tengas frío».

Me incorporé y fui hacia él, cogí su mano y le hice introducirla debajo de mi vestido y sopesar ese pecho que tanto estaba entreviendo. Sus ojos tan abiertos como su boca y palabras de incredulidad en sus labios.

Le besé y respondió apasionado, me abrazó, pegó su cuerpo al mío. Comenzó entonces un baile de gemidos sutiles, de respiraciones agitadas, buscábamos frotar, sentir, de pie, uno contra el otro, las bocas juntas, las manos inquietas.

Estaban ambos pechos expuestos, mis pezones endurecidos por sus atenciones,  las manos los recorrían y apretaba, sus labios succionaban y yo buscaba con la pelvis, apretaba para sentir le, cada vez más mojada.

Se lo pedí, le pedí que, por favor, me follara, que nos volviéramos locos, que transformara mi día,  un lunes de mierda.

Pero no le di tiempo a responder, metí mi mano abriendo la cremallera y me alegré de lo encontrado y de su dureza.

Sin permitir que su mano se separa de mí,  me dí la vuelta, levanté mi vestido e hice que mis bragas se deslizaran hasta el suelo.  Apoyando las manos en el coche, empujé hacia atrás. Y le sentí. Grande, poderosa, le bastó un pequeño empujón para comenzar a penetrarme. Y mi mano empezó a acompañarse.

Desde atrás,  despacio, agarrándome de las caderas, sus golpes de riñón marcaban el ritmo de nuestro placer. Y así comencé a notar esos chorros calientes, a presión, notar como me rellenaba. Y los dos gemimos y ambos fuimos derrotados.

Risas mientras recuperaba mis bragas. Le di las gracias por cambiar mi día mientras mi entrepierna recibía las gotas que de mí se desprendían.

Efectivamente era eso lo que me había faltado en el día y ello lo que me daba la chispa para colocar todo de nuevo sobre mis hombros.

31/12/2019

Tú a Boston y yo a California

Filed under: La realidad siempre supera la ficción — MaríaG @ 12:06 am

Desde el principio han sido, los nuestros, encuentros muy particulares.

Él buscaba una clase de té, mariage y, trasteando por Internet acabó en mi página. Nunca había acudido a un servicio con señoritas, su vida social era muy activa, siempre con mozas al retortero. Alto, rubiejo, atractivo, un bombón para cualquier nena.  Venía temblando como una hoja.

Desde aquel primero fuero muchos los escarceos, a lo largo de diez años. En ese tiempo nos hemos cogido mucho cariño y, es inevitable conocer algo de la vida del otro. Cuando me dijo que venía su hermano y que si les recogía en el aeropuerto, mi fantasía empezó a bullir. Pero cuando supe que eran gemelos, me faltó tiempo para pedir y suplicar que los planes no se truncaran.  Una y otra vez se quedaba todo en agua de borrajas, que si estamos de compras, vente, que si estamos con unos amigos tomando unas copas, vente.

Pero el momento no llegó hasta ayer.

Me escribió un mensaje: «El día tiene que ser hoy».  En el día de Navidad por fin se había decidido a proponérselo a su hermano, con ciertos matices para que la cosa pareciera creíble, una aventurilla, compañera de trabajo, de vez en cuando y, como remate que mi fantasía eran dos hermanos. Su respuesta fue sorprendente para mi tímido amigo: juntos sólo si estuviera borracho, si no, mejor de uno en uno.

El plan sería sencillo, con la excusa de irse al gym, ambos dejarían a toda la familia en casa, solo que uno iría en post del otro. Con la llave del trastero en el bolsillo Giovanni salió a por mí y  me condujo por los sótanos, en silencio, como dos espías, de puntillas.

Primero besos atropellados, mientras íbamos desnudando lo mínimo. Levanté el jersey y dejé que mis tetas se mostraran generosas y más besos me recorrieron. De rodillas, mirándole a los ojos, le pedí permiso. Quería degustar su miembro, quería agradecer el placer que me otorgaba, en un acto casi religioso, le deseaba sin matices.

Y así lo recibí en mi boca, así lo degusté sintiendo su tensión, saboreando su intimidad. Mientras mi mano se había deslizado dentro de mis bragas y mis dedos jugaban inquietos.

Me hizo una indicación, me puse en pie echando el cuerpo hacia delante y le dejé paso franco. Sus manos me atraparon por las caderas y el ritmo llegó solo. Sus golpes de riñón lo invadían todo, daban un ritmo a nuestras respiraciones, un ritmo creciente a nuestro placer, para dejarnos arrastrar hasta sus límites.

Giovanni se fue, me dejó a oscuras recomponiendo mi apariencia. Hasta que se abrió la puerta y apareció él mismo pero totalmente desconocido.

También sus besos fueron soberbios y sus halagos sobre mi cuerpo, excitantes, pues suenan mejor cuando se musitan con la boca llena hambre. Pero fue él quien se desabrochó, él quien me incitó para que la probara y también él quien sujetaba mi cabeza mientras se daba gusto penetrando mi boca. Y claro, los jadeos no cesaban y mi manita estaba empapada.

Ni sé en qué momento me puso en pie, pero fue él quien repitió los mismos gestos que yo había realizado minutos antes con su hermano. Y de nuevo sentí su dureza, su turgencia y como el placer se desbordaba dentro de mí.

Aquello podría repetirse siempre que lo desearan, yo encantada de servirles.

 

Besos

25/11/2019

El Paraíso en la Tierra

Filed under: Un día en la vida de una puta — MaríaG @ 7:45 pm

Debe ser que veo muchas pelis o que mi imaginación corre paralela a mis masturbaciones. El caso es que hace muchísimos años que fantaseaba con la posibilidad de ser lo que todos conocemos por madame.

Claro, la primera imagen que se nos aparece a los que gustamos de ir de putas no es, precisamente, la sofisticación personificada, sino todo lo contrario, mujer madura que ha perdido su afán depredador hasta ganar  un aspecto maternal y poco lujurioso.

Lo que ocurre es que mi romanticismo hacía que yo estuviera visualizando otra cosa bien distinta, algo así como en la película «El club Social de Cheyenne». Mujeres joviales, mujeres que convivieran de manera sensual y pudieran ofrecer a los caballeros todos los caprichos soñados. Poca disciplina y mucho sexo.

Ha sido una experiencia fantástica, jamás he estado más rodeada de mujeres y mi cama se ha visto poblada tantas veces y a tantas horas diferentes por mujeres de todas las formas y colores. Todos los pasos fueron fascinantes,  el proceso de selección de mujeres normales, sin experiencia, era una excitante aventura. Mi coche,  la exposición de los puntos más importantes y, si era posible, una primera experiencia de inmediato. Muchas veces iba yo más nerviosa que ellas pero al tener una fémina delante y poder extender mis brazos para acariciar su pelo y rozarle el cuello, besar en la boca, humedecer sus labios. Me gusta besar a una mujer sorprendida de que lo haga. Me gusta alterarme y ver cómo su respiración es aún  más fuerte que la mía. Me gusta ver cómo las defensas van cayendo al lado de la ropa.

Pero ha sido una experiencia dura, difícil. Yo deseaba que ese mismo morbo que me hacía desearlas a todas , contribuyera a que entre ellas no quisieran arrancarse los ojos, que la competencia que se respira en todos los putis, fuera aquí transformada en emoción por la espera, deseo por la chica de al lado, que se despertara una complicidad única.

Me ofrecían, a cada instante, mujeres de bandera, profesionales de todas las nacionalidades para rellenar tropecientas habitaciones. Hubiera sido una opción, seguro que habría tenido bastante éxito. Eso prefiero dejarlo para los que gusten menos que yo de descubrir la falta de castidad de las mujeres casadas.

No, esa no era mi guerra, no, yo quise montar equipos de mujeres que quisieran comerse la vida. Y, por algún tiempo lo conseguí.  Y, por ese tiempo se estableció el Paraíso  en la Tierra.

Si, por supuesto que lo sé, era romántico y muy complicado, pero han sido los años más intensos de mi vida.

 

01/10/2018

Contacto

Filed under: Novedades — MaríaG @ 10:38 am

Estoy en Madrid, tengo un horario de trabajo flexible lo que me permite disponer de tiempo para mi vicio secreto.

Algunos fines de semana también me las arreglo para liberar un rato para vosotros.

Sólo acepto las citas que puedo hacer con gusto, vamos que no trabajo a destajo. Prefiero atenderos con gusto antes que mecánicamente por lo que no siempre puedo aceptar otro servicio.

De vez en cuando me tomo mis periodos de descanso para retomarlos con más ganas.

  • Teléfono: 600 073 770
  • Email: paratidos@yahoo.es

08/07/2018

El club social de MaríaG

Filed under: Novedades — MaríaG @ 4:16 pm

Llevo unos meses muy intensos haciendo nuevas amistades y de ahí ha nacido un proyecto:

ElClubSocialdeMariaG

Espero que lo disfrutéis tanto como yo.

Besos

13/03/2018

Y tú, te masturbas?

Filed under: Un día en la vida de una puta — MaríaG @ 8:40 pm

Dedicada al sexo como actividad central de mi vida, podrías pensar que tod es morbo, todo es intensidad y todo un mar de placer. Pero ésto no es así siempre ni tiene por qué permanecer en el tiempo. Todo en la vida tiende a decaer y somos nosotros, con nuestro esfuerzo, los que colocamos las cosas en su sitio.

No he querido caer en las rutinas ni empezar a adquirir pautas sexuales esterotipadas. Siempere he querido crecer, explirar, enriquecer mi sexualidad.

Tengo recuerdos muy tempranos de mi misma tocándome. En la cama, de noche y antes de dormir, con cualquier imagen del dia en la cabeza. Al apagar la luz ya sabía lo que iba a ocurrir; a veces me tocaba un poco antes, incluso retiraba parte del pijama; después me daba la vuelta, me colocaba boca abajo y entonces comenzaba mi baile íntimo. Podía valerme de una almohada colocada a lo largo de mi cuerpo, de un muñeco de peluche o simplemente abrir mucho las piernas y bajar rítmicamente mi cadera para rozar, sólo levemente, mi tierna entrepierna y así ir aumentando la excitación.

Sin dejar de moverme despacio, notaba como los calores aumentaban y también la necesidad de despojarme de la ropa. Y cuando las sensaciones eran ya casi intolerables, me iba aproximando al borde de la cama, dejando prácticamente en vilo una de mis piernas y colocando el cordón del remate del colchón lo más encajado posible. Y así, ahogando en lo posible los gemidos,  culminaba mi cotidiana tarea.

Muchas mujeres  precoces como yo, jamás confesarán las imágenes que poblaban sus tiernas cabecitas en los momentos privados.

Y ésto siempre ha ocurrido en mi vida, hubiera tenido sexo o no, con pareja o sin ella.

Ni siquiera me hacía muy consciente de ello cuando tenía un hombre a mi lado. La excusa, para mí, era recibirle muy cachonda cuando llegara él a la cama.

Había adquirido un hábito por el cual, en cierta posición y con determinadas premisas, me podía tocar de manera placentera. Pero resulta que te pones a ver porno casero y observas a otras mujeres tocándose y sus estilos son absolutamente diversos.

 

Así me propuse reeducar mi cuerpo y aprender a masturbarme.

 

 

Besos

(Parte I)

 

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